27 de septiembre de 2021

Lo correcto, lo posible y lo deseable: notas sobre "Pandemia", de Daniel Feierstein

Por Mariano Duna


Muchos conocimos a Daniel Feierstein hace poco más de un año, cuando a través de un hilo de tweets sobre “¿por qué fracasan las estrategias para frenar los contagios en Argentina?” ofreció de forma lúcida, clara y contundente una serie de perspectivas sociológicas antes que médicas para explicar el derrotero del Covid en nuestro país. Desde entonces, sus intervenciones en diferentes medios sirvieron como ejemplo del importante rol que intelectuales y especialistas pueden ejercer: no solo como "asesores/as" de quienes tienen la responsabilidad política e institucional de tomar decisiones sino fundamentalmente como divulgadores/as y enriquecedores/as del debate público. Con la publicación de Pandemia (Fondo de Cultura Económica, 2021) Feierstein (nacido en 1967, Doctor en Ciencias Sociales, investigador del CONICET y docente universitario especializado en estudios sobre genocidio) confirma esa función.

 

 Representaciones

 

El autor identifica tres planos en los que se pueden analizar los comportamientos sociales: epistemológico, emocional-afectivo y ético-moral. Esta distinción nos remite a la estructura del aparato psíquico de Freud (yo, ello y superyó) y deja entrever rápidamente que estamos frente a un trabajo sociológico con fuertes vinculaciones psi.

En este sentido, una primera referencia importante es la que Feierstein utiliza para explicar las diferentes formas en que países orientales y occidentales se comportaron frente a la expansión del COVID-19, adoptando estrategias para -respectivamente- eliminar la propagación del virus o  “aplanar la curva” de contagios (una vez que la estrategia inicial de alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño” favoreció el colapso de los sistemas de salud en varios países):

 

Sigmund Freud y Donald Winnicott, entre otros, han trabajado de un modo profuso el efecto negativo, en la propia maduración de un sujeto, que produce la dificultad para aceptar el aplazamiento de la gratificación, la posibilidad de conjugar el principio de placer con el principio de realidad [...]. La transformación de las representaciones en un contexto de circulación cada vez mayor del ciclo del valor que opera atizando la ansiedad para transformarla en consumo permanente, y desempeñando un papel creciente en la imposibilidad de construir la aceptación del aplazamiento, puede resultar una dimensión sumamente rica para comprender el fracaso de muchas sociedades occidentales en la lucha contra los efectos del coronavirus.

 

Con respecto al caso argentino, Feierstein destaca que la “incapacidad de regular el ingreso de miles de personas provenientes de las zonas infectadas generó una propagación altamente significativa durante los días de mayor respeto de las medidas de aislamiento en el conglomerado urbano más importante del país”. El foco de atención puesto en el área metropolitana de Buenos Aires provocó, además, que se desaprovechara ese alto acatamiento inicial que tuvieron las restricciones y que no hubiera margen de aceptación social para la implementación posterior en zonas focalizadas de lo que Tomás Pueyo denominó “el martillo y la danza” (restricciones estrictas de circulación, por un lado, y etapa de rastreo y aislamiento de casos y contactos, por el otro).

De esta primera sección del libro resulta especialmente destacable la referencia al ASPI (Aislamientos Selectivos Planificados e Intermitentes), propuesta realizada en agosto de 2020 por “un conjunto de organismos de derechos humanos, sindicatos, personal de salud y representantes científicos de distintas disciplinas” que no encontró eco en casi ninguna autoridad política del país.

El siguiente párrafo resume con claridad la perspectiva del autor sobre el “caso” argentino: 

 

La confianza en que una mera declaración jurada a la llegada al aeropuerto garantizaría el aislamiento estricto de 14 días necesario para evitar la propagación no se condecía con ninguno de los conocimientos sociológicos, políticos y hasta psicológicos del comportamiento de los sectores medios urbanos en Argentina. En una cultura que se caracteriza por altos niveles de evasión fiscal, por la jactancia al transgredir normas básicas de cooperación, como las que regulan el tránsito automotor (límites de velocidad, semáforos, utilización del cinturón de seguridad, realización de los chequeos técnicos), o por la convicción de que la norma está hecha para los otros pero nunca para uno mismo, era absurdo apostar a un comportamiento responsable ante una situación que aparecía como mucho menos conocida y peligrosa que un accidente de tránsito, una multa o una intimación fiscal. 

 

Mecanismos 

 

En la segunda parte del libro se retoman mecanismos de defensa y otros procesos que el autor estudió en casos de genocidios: negación, pactos denegativos, relativización o minimización, falsas equivalencias, sobresimplificación y teorías conspirativas. Más allá de las características específicas de cada uno, Feierstein remarca el riesgo de relativizar los lazos que cimentan lo social: “construir como legítimo que las afectaciones parciales a grupos específicos de la población no ameritan respuestas colectivas es disolver el elemento fundamental del lazo social, que construye la relevancia de la vida comunitaria a partir de la posibilidad de cooperación”.

Particularmente lúcido resulta el siguiente análisis, elaborado muchos meses antes de que se conocieran las fotos del festejo de cumpleaños de la pareja del presidente Alberto Fernández mientras las restricciones de reuniones y circulación estaban vigentes: 

 

Las formas de minimización y relativización no han sido solo patrimonio de los gobiernos explícitamente negacionistas (como los de Estados Unidos o Brasil). También han permeado gran parte de las acciones políticas en otros gobiernos que, como el argentino, se propusieron establecer acciones para enfrentar la pandemia, reconociendo tanto su existencia como la posible gravedad de sus consecuencias. Muchos de estos últimos, sin embargo, no pudieron comprender las diversas formas en que opera el negacionismo y terminaron presas no solo de comportamientos sociales, sino además de actitudes de evasión o desmentida en las propias autoridades. Esto se vio en numerosas intervenciones públicas del presidente Alberto Fernández, que al tiempo que insistía reiteradamente en la importancia del respeto de los cuidados por parte de la población no los aplicaba ni en su vida privada ni en sus intervenciones públicas televisadas, y pareció “cansarse” de la “falta de resultados” de las medidas de cuidado para abandonar el intento de incidir en la situación a partir de los meses de agosto o septiembre. 

 

 

Analogías

 

 

Feierstein resalta y ejemplifica la importancia de abordar de forma transdisciplinaria las estrategias para comprender y actuar frente a la nueva realidad generada por el COVID-19. Sobre este punto, son relevantes las analogías que se utilizan para ampliar o limitar el campo de lo imaginable. El propio autor parte -dada su formación- de una particular analogía entre la pandemia y el genocidio provocado por el nazismo, por lo que realiza una importante aclaración:

 

Dada que mi experiencia de tres décadas de trabajo se localiza en los procesos genocidas y de allí surgen los ejemplos o analogías, es fundamental aclarar que las amenazas de la pandemia del COVID-19 resultan de una magnitud, escala y gravedad totalmente diferente que las del aniquilamiento planificado implementado por el nazismo. Cualquier analogía que no identificara estas diferencias caería en los mismos problemas señalados en otros ejemplos. Pero, sin embargo, la analogía sí puede resultar útil para observar, en eventos extremos, formas de negación y proyección que funcionan de modo similar más allá de la diferencia abismal entre ambas situaciones históricas, en tanto las dos ponen en peligro la vida tal como existía antes del evento crítico, bien que en formas claramente diferentes.

 

En la misma dirección, llama la atención sobre otra analogía usada muy frecuentemente: 

 

Se busca abandonar las metáforas de una “guerra contra el virus” —que se podría perder o ganar—, porque el virus no tiene subjetividad ni ninguna intención manifiesta de dañarnos. La guerra no es “contra el virus”, sino que confronta posibilidades que existen en nosotros. Se trata de una disputa por representaciones humanas de lo que nos pasa, que tienden a determinar las acciones hegemónicas o viables. La batalla se plantea entre una ética del cuidado común y cooperativo y la subjetivación en tanto miembros de una comunidad, por un lado, y, por otro, el laissez faire del libre mercado en el que cada quien queda expuesto a lo que la suerte o el azar le tengan destinado [...] o a lo que su patrimonio o sus condiciones le permitan hacer para lidiar con la catástrofe [...].

 

Conclusiones

 

Feierstein culmina su libro retomando su tesis inicial: “la batalla por el sentido se libra en tres planos articulados: cognitivo, emocional y ético-moral. Qué información aceptamos y qué observables somos capaces de incorporar, qué emociones juegan con mayor fuerza y a qué modelo de comunidad apostamos”. 

El desarrollo de esos tres aspectos nos permite caracterizar su trabajo a partir de una tercera tríada (siguiendo la suya y la ya mencionada del aparato psíquico freudiano): desde nuestro punto de vista su libro en muchos momentos es implacable sobre lo correcto (lo que se define como tal a partir de la información reunida y el enfoque adoptado), ingenuo sobre lo posible (lo que la política debería hacer, aunque no lo haga) e insensible sobre lo deseable (lo que las personas muchas veces procuran que ocurra, independientemente de si ese deseo es “inducido” por quienes persiguen determinados intereses, muchas veces no explicitados). 

Un ejemplo de esto  último -una perspectiva a nuestro juicio sesgada y empobrecedora, aunque se trate apenas de un detalle en un libro importante y enriquecedor, cuya lectura recomendamos-  son las (pocas) referencias que Feierstein realiza sobre la educación presencial de niños, niñas y adolescentes, interrumpida durante casi todo 2020 en Argentina.

En un primer momento, el autor enumera “el lobby persistente de sectores económicos que buscaban la apertura de sus actividades como modo de recomponer sus tasas de ganancia, los reclamos de organizaciones de derechos de la infancia acerca de la situación de los niños y adolescentes ante la prolongación de las medidas de restricción y, fundamentalmente, un agotamiento social creciente acicateado por los medios de comunicación y la oposición política y por las dificultades ya reseñadas en la vinculación de las sociedades occidentales con toda medida que implique niveles significativos de paciencia” (el destacado es nuestro),  equiparando cada elemento y responsabilizándolos por igual -junto  a la impericia de las autoridades- de la presión ejercida sobre los gobiernos  para la flexibilización de los cuidados cuando no hubiera correspondido hacerlo.

Por otra parte, cuando el autor muestra con mucha pertinencia de qué manera “los propios muertos y el personal de salud encargado de atender a los contagiados han estado cada vez más ausentes, como si no hablar de la muerte con nombre y apellido o de quien lidia con ella pudiera hacerla desaparecer del escenario”, lo hace haciendo referencia a la “disputa iniciada hacia fines de 2020 y comienzos de 2021 sobre ‘quién sufrió más en la pandemia’ (un intento de construir a ‘los jóvenes’ como el grupo de mayor sufrimiento ante los previos ataques que en el verano de 2021 buscaban construirlos como chivos expiatorios, o también a ‘los niños’, por la pérdida de las clases presenciales)”; de esta forma, le quita entidad al enorme problema que constituyó -y así seguirá siendo durante algunos años- la interrupción de clases presenciales durante tanto tiempo.

Tal insensibilidad no le quita legitimidad al trabajo de Feierstein, pero llama la atención -una vez más- sobre el rol de los intelectuales. En este caso, sobre el riesgo de que, sean asesores o divulgadores, en su desarrollo analítico terminen ignorando algunos temas muy relevantes que preocupan a la población.