Por Mariano Duna
La intención de comenzar un proceso de modificación del plan de estudios del CNBA fue formulada por el Rector Gustavo Zorzoli en los dos proyectos de gestión institucional para la rectoría que elaboró y por los que fue nombrado en el cargo por el Consejo Superior de la UBA hacia finales de 2010 y 2014.
En
el segundo proyecto, Zorzoli define algunos ejes considerados fundamentales
para el nuevo diseño:
a) la
adopción de criterios alternativos de promoción (por materia y no por año, por
ejemplo);
b) el
dictado cuatrimestral de algunas asignaturas;
c) la
posibilidad de que haya una oferta de espacios curriculares electivos;
d) la
organización de aulas por materia.
En
los dos proyectos, Zorzoli explicita quiénes
deben ser los principales impulsores de este proceso de reforma:
Con respecto al plan de estudios vigente
se encomendará, según corresponda, al CER y al Consejo Académico (el que será
constituido en lo inmediato), las tareas de delinear, coordinar y proponer a
mediano plazo una reforma consensuada del currículo del colegio”
(Proyecto 2011-2014).
Con respecto al plan de estudios vigente
se encomendará al Consejo Académico y al CER las tareas de coordinar y proponer
a mediano plazo una reforma consensuada del currículo del Colegio. Primero será
el Consejo Académico quien tenga a cargo la responsabilidad de delinear dicha
reforma, pues así lo establece el Artículo N° 41 del Reglamento General. Este
trabajo demandará la participación de toda la comunidad: docentes, alumnos, no
docentes, familias, autoridades y especialistas, y probablemente muchas
jornadas de reflexión, discusión y búsqueda de consensos. La experiencia
muestra que esto es posible, ya que el CER pudo acordar una reforma integral
del currículo de sexto año hace poco más de dos años. Si bien la envergadura
del nuevo desafío es mayúscula, es tiempo de abordarla. Más allá de las
discusiones sobre qué materias, qué contenidos, qué tipo de evaluación, cuántas
horas de clases debería asignárseles a cada asignatura en un nuevo plan de
estudios -cuestiones que seguramente serán parte de la discusión-, la reforma
debería plantearse sobre la base de tres ejes: la gradualidad, la anualidad y
la obligatoriedad (Proyecto 2015-2018).
Por
último, en su Carta del 7 de octubre de 2016, Zorzoli anuncia que
iniciamos una nueva etapa, presagiada en el Proyecto
Pedagógico que presenté cuanto fui reelecto Rector en 2014: empezaremos a
discutir nuestro actual plan de estudios.
Primero intramuros. Un emprendimiento que promete
encuentros y desencuentros, pero que pone en el foco nuestra historia,
prestigio y responsabilidad en la formación de futuros cuadros científicos,
artísticos y políticos.
Creo honestamente que estamos a la altura de este desafío.
Ahora bien, la particularidad que ha
presentado este proceso es que, más allá de los roles asignados al CER y al
Consejo Académico por el propio Zorzoli -basándose en el Reglamento General de
los Establecimientos de Enseñanza Secundaria dependientes de la UBA- fue el
Claustro de Estudiantes el que encabezó la elaboración de una propuesta
concreta de reforma del plan de estudios.
Podemos hacer muchas lecturas al
respecto.
En primer lugar, es imprescindible
destacar el loable compromiso de los estudiantes del CNBA, quienes de forma
colectiva y democrática invierten horas de trabajo intelectual para leer,
escribir, reunirse con especialistas, investigar, debatir... Esta actitud debe
enorgullecer a todos los integrantes de la comunidad educativa del CNBA.
En segundo lugar, llama la atención
el rol cuanto menos pasivo del claustro docente, que podría explicarse por
muchos factores (falta de tiempo para encarar una tarea como la planteada,
ausencia de convocatorias, necesidad de sumar horas de clase ante los bajos
salarios, desarrollo constante de una fuerte lucha gremial para mejorar las
condiciones de trabajo, entre otros).
En
tercer lugar, podríamos preguntarnos por qué el Rector Zorzoli, habiendo puesto
en agenda -creo yo que de forma muy atinada- la necesidad de iniciar un proceso
de reforma del plan de estudios, no encaró él mismo la formulación de un
documento concreto al respecto, o bien por qué no encomendó dicha tarea al
Consejo Académico.
El primer documento mencionado en la
Fundamentación del Proyecto de Actualización (versión 21.0) elaborado por el
Claustro de Estudiantes es, precisamente, el “Proyecto de Gestión Institucional
del Rector Gustavo Zorzoli”.
De
ninguna manera pretendo subestimar a los estudiantes ni agraviar la tarea que
están realizando sugiriendo que su propuesta es, en realidad, la del Rector;
por el contrario, los hechos me llevan a considerar lo siguiente: si los
principales ejes considerados importantes por Zorzoli para la Reforma fueron
bien recibidos por los alumnos, ¿por qué el Rector se expondría a la derrota
política de que el Claustro Docente rechazara un proyecto por él presentado? En
definitiva, la construcción de consensos entre el Rector y dicho claustro ha
sido siempre compleja y ninguna lista “oficialista” pudo ganar las elecciones
de representantes docentes ante el CER durante sus dos mandatos, por caso.
El
propio Zorzoli nos daba una pista sobre esto en su primer Proyecto de Rectoría:
todo cambio o al menos
transformación del plan de estudios trae consecuencias directas sobre la
estabilidad laboral de los docentes, pero si bien es cierto que el derecho a
enseñar de los docentes está plasmado en nuestra constitución nacional no es
menos cierto que el derecho a aprender de los estudiantes tiene y debe tener el
mismo vigor que el primero. Por eso cualquier emprendimiento en este sentido
requerirá esfuerzos de todos los sectores, tiempo para proponer, analizar,
discutir y consensuar proyectos. Por lo
tanto parece pertinente solo mostrar voluntad política para llevar adelante un
cambio curricular y no plasmar propuestas que muy posiblemente caigan en saco
roto. De todos modos, no puede ser otro que el Consejo Académico, aún hoy
no constituido, quien tenga a cargo la responsabilidad de coordinar y proponer
dicha reforma, pues así lo establece el Artículo 41 del Reglamento General,
previa aprobación por parte del Consejo de Escuela Resolutivo que tiene de
acuerdo con el Artículo 33 del mismo reglamento como atribución elaborar los
lineamientos del proyecto pedagógico institucional. Es justamente el Consejo de
Escuela Resolutivo, como órgano responsable, el espacio privilegiado donde el
Rectorado y los miembros de la comunidad educativa encontrarán un espacio para
la elaboración de estos lineamientos.
Tiendo
a pensar que, con respecto a este proceso, los docentes hemos sido
irresponsables y negligentes. Hemos permitido poner el carro delante del
caballo: empezamos a discutir la elaboración de un proyecto en concreto, sin
antes explicitar el diagnóstico de la situación (una proyecto de esta magnitud
no debe surgir solamente de una “disconformidad colectiva”), el marco legal
concreto que tenga en cuenta la particular condición que tienen las escuelas
medias universitarias (la condición de alumno libre por materias, por ejemplo,
entra en tensión con más de una ley), el proyecto institucional, el perfil del
egresado, etcétera. Esas tareas deben hacerse.
Y
además hay otras cosas por hacer. El Rector ha venido formulando algunas
cuestiones sobre las que debemos adoptar una postura: promoción por materia o
por año; dictado cuatrimestral de algunas materias; tramo de materias
electivas; modificación de la organización del espacio.
Me
permito, por último, algunos comentarios personales vinculados con estos ejes.
Creo que sería conveniente encarar cambios al interior de los Departamentos,
reformulando contenidos, metodologías de enseñanza y, sobre todo, formas de
evaluación; para esto tendría en cuenta criterios interdisciplinarios que
favorezcan el trabajo entre Departamentos afines. Estos cambios potenciarían
los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje, sin necesidad de
realizar modificaciones estructurales más amplias que serían difíciles de
consensuar en su totalidad. Una vez visibles estos cambios, otros de mayor
envergadura asomarán con claridad en el horizonte de lo posible.
Con respecto a la posibilidad de
elegir materias, creo que ya se hace eso cuando se opta por asistir a una
escuela media universitaria y, dentro de esa oferta, se escoge una institución
que ofrece el título de Bachiller. Creo también que la modificación de Sexto
Año ha potenciado ese título y también la posibilidad de elegir.
En
tercer lugar, es imprescindible atender las trayectorias escolares múltiples y
diversas de todos los alumnos, pero este criterio puede adoptarse sobre una
estructura común. Para que eso sea posible resulta ineludible una redefinición de los roles
asignados a preceptores, tutores, ayudantes, profesores y autoridades. Creo que
el mismo enfoque debe aplicarse para considerar un proyecto como el de
organización de aulas por materias.
Por
último, no dejaría de mencionar el ingreso a esta institución. El principio de
igualdad entra en tensión con el de selección meritocrática. Es un tema mucho
más complejo que excede los límites de esta discusión; en todo caso, propongo
que pensemos el Curso de Ingreso como un año introductorio de preparación para
primer año y no como un período en el que se realizan pruebas y se acumula
puntaje; es decir, que lo consideremos como un ciclo que priorice la formación
por sobre la selección.
Toda
pedagogía es política, pero no toda política es pedagógica. No me propongo
cuestionar cómo llegamos a este punto en la discusión sobre la Reforma del plan
de estudios, pero sí les pido a los estudiantes que comprendan que los plazos y
las modalidades de funcionamiento de nuestros claustros son distintas; también
quiero pedirles a todos los integrantes del Claustro Docente que asumamos el
desafío de encarar de forma pedagógica este proceso, superando la desconfianza
que nos generaron algunas actitudes adoptadas por las autoridades pero
conservando el espíritu crítico y nuestras convicciones ideológicas y
profesionales.
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