4 de julio de 2018

Funciones o estructuras: una propuesta para elaborar un proyecto de gestión docente


Por Mariano Duna

La comunidad educativa del Colegio Nacional de Buenos Aires está a punto de encarar un nuevo proceso de debates en torno a la selección de un proyecto de gestión institucional para la rectoría. No es nuestra intención hacer aquí una ponderación de las particularidades que posee el sistema de elección de la persona que quede al frente de la institución, sino sugerir que, por la experiencia acumulada y el nuevo marco normativo vigente, posiblemente nos encontremos frente a una oportunidad concreta de dejar de lado el habitual personalismo con el que se toman las decisiones  en el Colegio para pasar  a una forma de gestión y funcionamiento más horizontal que facilite la distribución, actualización y ejecución de las diferentes funciones y responsabilidades docentes.
En concreto, la aprobación del Convenio Colectivo de Trabajo para Docentes Preuniversitarios de la Universidad de Buenos Aires (resolución CS. 1923/2017) representa -independientemente de las circunstancias políticas que demoraron o precipitaron, según se mire, su firma- un punto de partida para encarar la planificación del funcionamiento de una institución que pretenda asignarles realidades palpables a consignas tales como la excelencia, la experimentación y la inclusión.   
Partiendo de la base del Artículo 67, en el que se señala que “el presente Convenio Colectivo de Trabajo no podrá afectar las condiciones más favorables que tengan actualmente los docentes”, nos atrevemos a proponer algunos principios que podrían organizar la elaboración de un proyecto de gestión plural y consensuado que contribuya a pensar roles, cargos y funciones de manera ensamblada:

-      -        Una Rectoría con amplio consenso académico, garante de la convivencia y la participación democráticas, el cumplimiento de la normativa y la planificación y evaluación académica y administrativa. En otras palabras, una rectoría como referente del Colegio.

-   -      Vicerrectorías homogéneas y dinámicas, responsables de la gestión cotidiana de la institución al interior de cada turno y articuladoras del trabajo en conjunto que dicha tarea implica al involucrar a otros agentes institucionales. Cada Vicerrectoría sería, de esta forma, referente del turno.

-    -     Regencias con un marcado perfil docente, que organicen y distribuyan las actividades administrativas y pedagógicas y favorezcan el cumplimiento de las normas desde el paradigma de la convivencia. En este sentido, cada Regencia se confirmaría como referente administrativo con una fuerte articulación tanto con la Vicerrectoría como con la Jefatura de Preceptores.

-    -     Un preceptor por división, ejerciendo de forma efectiva y reconocida su labor docente e instalado como referente inmediato de cada curso, atento al desarrollo de hábitos de convivencia, integración y comunicación, y coordinado, acompañado y supervisado por la Jefatura de Preceptores.

-    -     Un equipo de tutores referentes de cada año, de primero a quinto, al frente de los encuentros de tutoría, encargados de coordinar y fomentar el enfoque tutorial en todos los docentes, y de acompañar, sostener y apoyar las trayectorias escolares de los estudiantes, trabajando en conjunto con los otros profesionales de la Dirección de Orientación al Estudiante.

-     -    Una asesoría pedagógica al servicio de las prácticas docentes, que promueva proyectos interdepartamentales, planificaciones comunes al interior de cada Departamento y actualizaciones en torno a la evaluación. Una asesoría pedagógica instalada, por lo tanto, como referente pedagógico.

Concebimos este punteo como una forma de pensar la gestión escolar poniendo el foco en las funciones por sobre las estructuras. De esta manera, la articulación entre cada dependencia (por ejemplo, entre Vicerrectoría, Departamento de Alumnos y Dirección de Orientación al Estudiante, o entre Vicerrectoría, Departamentos académicos y Asesoría Pedagógica) estaría facilitada por la práctica cotidiana y no forzada únicamente por una organización principalmente administrativa. En este sentido, el Convenio Colectivo de Trabajo implica una base común a partir de la cual potenciar las funciones de cada trabajador docente dentro de un marco común conocido por todos, lo suficientemente flexible como para diseñar formas de organización específicas en cada institución y lo suficientemente claro como para evitar arbitrariedades.
Queda pendiente para otra oportunidad la posibilidad de pensar de manera similar la tarea articulada de ayudantes, profesores de clases de apoyo, profesores de materias, subjefes y jefes de Departamento, así como también la necesidad de observar qué cambios habilitaría el CCT dentro de la estructura nodocente del CNBA.
Para concluir, creemos que es importante que exista una coherencia entre la forma en que pensamos el funcionamiento del Colegio y la manera que en que demandamos que se tomen las decisiones. Sería una contradicción exigir, por un lado, una mayor democratización y, por el otro, mantenernos aislados en nuestro trabajo, sin mostrar ni siquiera la voluntad de reflexionar entre colegas sobre nuestra actividad docente.

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