13 de marzo de 2018

Colectivo Docente, CER y crisis de identidad


Por Claudio Acuña

El último comunicado emitido por el Colectivo Docente deja al descubierto algunos interrogantes referidos no tanto a su motivación –informar sobre lo resuelto en la reunión extraordinaria del CER- como a sus perspectivas -¿qué lugar pasará a ocupar este espacio de aquí en adelante?.
Desde sus inicios, el Colectivo Docente se constituyó en un punto de referencia para un sector considerable de la comunidad educativa del CNBA. A través de sus posicionamientos, análisis y críticas, el Colectivo representó un vehículo para expresar propuestas y malestares frente a las autoridades de turno.
Sin embargo, en el último año su perfil se fue desdibujando: ya sea por acción u omisión de quienes lo integramos o de quienes lo hicieron en algún momento, no hace falta ser muy observador para notar que el Colectivo se transformó en un apéndice de AGD. La lógica gremial fue ganando terreno hasta apropiarse y dejar de lado todo aquello que hacía del Colectivo un espacio diferente, tal como lo era originalmente.
Ahora bien, de buena fe un observador  podría considerar que este desenlace era previsible, ya que algunos y algunas de quienes hoy son Consejeros del CER –elegidos para ese cargo a través de la lista del Colectivo Docente – son también integrantes de la Comisión Directiva de AGD. No obstante, también es lícito preguntarse: independientemente de las personas, ¿es lo mismo la Comisión Directiva de AGD que el  Colectivo Docente? Es evidente que no, sobre todo por los fines: la AGD está abocada a defender derechos, combatir avasallamientos laborales, pelear paritarias… En definitiva, encarar un sinnúmero de acciones que están vinculadas a la actividad gremial en general. En cambio, el Colectivo Docente siempre estuvo ligado a pronunciamientos y posicionamientos vinculados a la actividad académica del CNBA en particular. Son dos lógicas diferentes: para la primera, lo importante es lo inmediato, lo concreto, las asambleas y el plan de lucha de turno; en cambio, para el Colectivo, lo esencial es el debate institucional, académico, posicionarse, asumir un lugar crítico frente a las arbitrariedades de turno, ofrecer – si es posible- una alternativa pedagógica… Al menos había sido así en los últimos años.
El último comunicado del Colectivo Docente confirma un desplazamiento o, mejor dicho, una subordinación de la lógica pedagógica a la lógica sindical. Se confirma de esta manera una crisis de identidad quizás sin retorno, que dista de la forma en que el Colectivo se presentaba incluso en su plataforma de campaña. Si observamos detenidamente los pronunciamientos, vemos que el texto del Colectivo no agrega nada significativo sobre lo ya dicho y hecho por AGD.
En este sentido, el problema mayor se presenta al interior del CER. Este organismo, que representa a todos los sectores que componen nuestra comunidad -y que, por lo tanto, no puede ni debe desconocer el papel que juegan las organizaciones gremiales-, puede quedar prisionero de una lógica corporativa, como entendemos que sucedió en la última reunión del CER.
Es imprescindible no desconocer que la preocupación y la incertidumbre acumuladas en las últimas semanas en los diferentes actores de nuestra comunidad que concurrieron a la reunión extraordinaria del CER son responsabilidad, en primer lugar, del accionar del Rector, quien decidió no enviar en tiempo y forma su proyecto como le fue solicitado oportunamente. Pero también es cierto que al poner en primer plano únicamente las objeciones metodológicas y de contenido a una serie de improvisados cambios disfrazados de proyecto, se perdió la oportunidad de abordar de manera serena cambios que son necesarios. Para lxs consejerxs, de cara a las futuras sesiones de CER queda abierta la posibilidad de retomar el curso académico, institucional, pedagógico, que debe tener este órgano y resolver de manera positiva esta tensión. Necesitamos un CER diferente, que no desconozca el rol de los gremios como interlocutores, pero que se esmere en permanecer enfocado en avanzar en una reforma integral que tiene que tener como prioridad el consenso como motor de la acción, y no de la inacción.


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