3 de noviembre de 2017

"Emprendedorismo" en el CNBA

Por Mariano Duna

En un contexto en el que existe cierto consenso acerca de la necesidad de realizar modificaciones en la escuela secundaria, todos los actores comprometidos con la educación debemos elaborar y considerar con espíritu crítico cada propuesta orientada a potenciar las experiencias de enseñanza y aprendizaje. Esta tarea involucra especialmente a las autoridades de las distintas jurisdicciones e instituciones, por un lado, y a los gremios docentes, por el otro; sin embargo, sus responsabilidades no son simétricas dado que, mientras quienes ocupan cargos de gestión suelen formular ambiciosos proyectos  que no siempre consideran los contextos reales de enseñanza en sus múltiples dimensiones, los trabajadores de la educación pugnamos por defender nuestros derechos en un marco complejo que resulta -por diversos motivos- cada vez más adverso.

En este sentido, nos interesa dar cuenta de un aspecto particular presente en una serie de reformas educativas que se están proponiendo en diferentes ámbitos y que ejemplifica de qué modo las intenciones de reforzar el sentido que la escuela secundaria tiene hoy en día para los y las jóvenes muchas veces se basan en concepciones sobre el individuo, la sociedad, el trabajo y la vida contemporánea que resultan contrarias a los valores que docentes, padres y estudiantes venimos sosteniendo desde hace décadas. Nos referimos, en concreto, al “emprendedorismo”.

En el capítulo “Emprendedorismo" del Diseño Curricular para la Nueva Escuela Secundaria elaborado por el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires  (2015) se define al emprendedor como “una persona con espíritu proactivo que se pone en acción para llevar una idea a un proyecto concreto, potenciando y desarrollando,  así,  sus  intereses  y  aptitudes  y  generando  un impacto positivo en su entorno”. Por otra parte, en el mismo documento se señala el propósito de “formar estudiantes  que  puedan  desarrollar  una  actitud  creativa, innovadora y proactiva, capaces de aprender y emprender durante toda la vida y adaptarse  al mundo productivo, social y cultural que les toca vivir” (el destacado es nuestro).

En una entrevista publicada en el diario Página/12 el 10 de julio de 2017, el historiador Ezequiel Adamovsky reflexiona que “[el emprendedor] es una figura sobre la cual se puede armar una imagen de comunidad aunque sea débilmente conectada. Esa imagen ofrece a todas las personas, independientemente de su condición social, una identidad que puede compartir tanto un vendedor de ropa con un puesto callejero como un gran empresario. [...] Una de las operaciones culturales que hace el macrismo es volver a colocar los valores de igualitarismo en un marco nuevo: Todos debemos partir de un lugar más o menos parecido y luego llegar al lugar que cada uno pueda o quiera llegar de acuerdo a sus propios esfuerzos. El punto de llegada puede ser que alguien sea multimillonario y alguien sea muy pobre y eso no es un problema si eso tiene que ver con su propio mérito y talento; y es una falsa idea meritocrática porque no hay, por supuesto, igualdad en el punto de partida”.

Comprendidas en este contexto, las palabras  del Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Gustavo Zorzoli, en su carta del  16 de agosto de 2017, adquieren un aspecto revelador: “Los pongo al tanto de lo que hemos denominado CNBA Emprende. Una iniciativa de exalumnos cuya misión es generar un espacio de participación de alumnos y graduados en la que se promueve el espíritu y valores del emprendedorismo. Existen cada vez más herramientas y recursos para fomentar el espíritu emprendedor como motor de la actividad económica, los que generalmente implican soporte al emprendedor en las diferentes etapas de sus proyectos, ya sea con recursos técnicos, financiamiento, asesoramiento, networking, capacitación, etc. En este sentido, el primer paso de CNBA Emprende ha sido incorporar el gen emprendedor en alumnos de quinto año a través de un taller que permita concebir proyectos que generen valor, ideados alrededor de problemáticas comunes al entorno de los estudiantes” (los destacados nos pertenecen).

No debería sorprendernos que se realice una propuesta como ésta en una institución de carácter “experimental y de comprobación pedagógica” dependiente de la UBA, cuyos establecimientos de enseñanza secundaria, además, se “constituyen en centros de excelencia respecto de la oferta académica, la organización curricular, los laboratorios para la experimentación, las estrategias docentes, las propuestas de evaluación de los aprendizajes y las ofertas extracurriculares” (res. CS UBA 4767/2008). Sin embargo, no podemos dejar de plantearnos algunos interrogantes: ¿existe consenso en la comunidad educativa del CNBA acerca de la necesidad de que el “emprendedorismo” forme parte del “perfil del egresado”?; ¿hay coherencia entre dicha propuesta y la “excelencia académica” y “la participación política de los estudiantes” (dos elementos que, más allá de su definición, son permanentemente destacados por Zorzoli como “pilares” de la institución)?

Ahora bien, de ninguna manera consideramos que la cuestión aquí se trate de negarse a que se realice una convocatoria como la anunciada,  que indudablemente puede  contribuir en la formación de los y las estudiantes. Por el contrario: “CNBA emprende” debe convocarnos a reflexionar sobre la naturalidad con la que se aceptan y asumen como propios los principios ideológicos que -a veces explícitos, otras veces implícitos- sirven para fundamentar perspectivas como las del “emprendedorismo”.

No debemos olvidar que uno de los objetivos de las escuelas medias de la UBA es “contribuir a la formación del espíritu crítico de los estudiantes” y que, como docentes, debemos desarrollar colectivamente las competencias y conocimientos que favorezcan dicha formación. En este sentido, creemos imprescindible pasar de la reflexión a la acción para proponer y convocar a la realización de talleres alternativos en los que se desarrolle, por ejemplo, el cooperativismo como una modalidad concreta de producción y socialización vinculada al mundo del trabajo.

Como docentes, nos parece importante destacar que no se trata de  educar “para” el siglo XXI como si ese horizonte -de desigualdad, flexibilización y alienación- estuviera ya predeterminado sino de educar “en” el siglo XXI para construir colectivamente una sociedad más justa, inclusiva y democrática.

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