5 de febrero de 2021

¿Pedirle peras al olmo?

 Las escuelas medias universitarias y el regreso a las clases presenciales

Por Mariano Duna


La repercusión que tuvo la publicación en redes sociales de una madre del CNBA “rompió la burbuja” y arrojó preocupación sobre el ciclo lectivo 2021. ¿Hasta qué punto el CNBA, o cualquiera de las otras escuelas de la UBA, o cualquiera de las otras escuelas dependientes de universidades nacionales, podían escaparse del desconcierto generalizado al que nos enfrentamos por la pandemia? ¿Acaso cuentan estas instituciones con más y mejores recursos, con prácticas innovadoras y significativas, en comparación con las escuelas medias (públicas o privadas) que no dependen de altas casas de estudios?

Sin responder directamente a estas preguntas, presentamos a continuación la reseña de Las escuelas secundarias de universidades nacionales argentinas. Datos y reflexiones, de Tomás Landivar (Tandil, Editorial UNICEN, 2019), texto que ofrece una serie de elementos que nos permiten dejar de hacer foco en Buenos Aires y empezar a conocer las instituciones que dependen de otras universidades. Sin ser condescendientes con las autoridades del CNBA (sobre cuyo proyecto de gestión nos referimos en este texto), la lectura del libro de Landivar nos lleva a sugerir que, lamentablemente, es probable que las cosas en el CNBA no hubieran podido hacerse mucho mejor. En definitiva, y más allá de las representaciones sociales que existen sobre esta institución y otras similares, Landivar muestra que las escuelas medias universitarias no son la panacea, que hay mucho trabajo por hacer y que, incluso antes de la pandemia, había muchas cuestiones del sistema medio universitario por revisar.


“Un acuerdo estratégico basado en necesidades prácticas de cartografiar un campo” 



En 2014 el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) encomendó hacer un relevamiento de las instituciones de nivel medio dependientes de las universidades nacionales. Cinco años después, y tras la realización de encuestas y reuniones coordinadas por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), se publicó Las escuelas secundarias de universidades nacionales argentinas. Datos y reflexiones, (Tandil, UNICEN, 2019) libro que reúne los resultados de la iniciativa y funciona como un imprescindible punto de partida para comenzar a profundizar en algunas cuestiones que ni siquiera suelen ser abordadas de forma superficial.

Tomás Landivar, autor del informe, profesor en Ciencias de la Educación y Director de la Escuela Nacional Ernesto Sábato (UNICEN- Tandil) explicita en más de una oportunidad las limitaciones de la investigación, pero al mismo tiempo destaca la importancia que tiene este trabajo al aportar una mirada integral sobre un ¿sistema? conformado por instituciones que hasta el momento han funcionado de manera aislada.

La principal dificultad para la investigación residió, en palabras del autor, en las “variadas resistencias” y en las “desconfianzas sobre el futuro uso de los datos”, que condujeron a que no todos los establecimientos respondieran a la encuesta, pese a la convocatoria oficial y a que les fue remitida en más de una oportunidad.

 

“Los datos generales”

 En la primera parte del libro se presentan una serie de tablas con información muy diversa de las 51 escuelas/colegios de nivel secundario de universidades nacionales (ECSUN) participantes. Todos los datos resultan representativos de la diversidad y heterogeneidad de cada escuela y cada contexto, y en su conjunto sirven como insumo para el diseño de políticas educativas, la gestión de las instituciones, la reflexión sobre la práctica docente e incluso la toma de decisiones por parte de las familias que analizan la posibilidad de optar por una institución educativa de nivel medio dependiente de una universidad nacional.

 Los datos duros son intercalados por comentarios muy pertinentes que dan cuenta de las líneas de investigación que se pueden abrir y de la relevancia que tienen estas cuestiones a la hora de delinear el sistema educativo argentino en su conjunto.

 Por ejemplo, con respecto al ingreso a estas instituciones, Landivar aporta el dato de que de 21890 aspirantes a ingresar a las ECSUN, solo lo consiguen 7184 (el 32,8%) y propone la siguiente lectura:

las formas de ingreso son de distinto tipo, desde el sorteo [el 25,45%] hasta el examen eliminatorio [el 47,27%]. Responden a distintas concepciones pedagógico-políticas. Sin duda, algunas formas de ingreso, como el sorteo, convocan a mayor cantidad de aspirantes que aquellas con exámenes eliminatorios que requieren un esfuerzo significativo. No obstante, y cualquiera sea la forma de ingreso, estos valores dan cuenta de una demanda que las universidades no están satisfaciendo, una necesidad sobre la que el Estado, tal vez, debería pensar alternativas.

Sería interesante, en el futuro, indagar sobre las razones por las que la población decide inscribir a sus hijos en escuelas de universidades. Habrá desde razones estrictamente académicas hasta geográficas, pasando por las cuestiones de prestigio, hasta de tradiciones, de calidad académica (en el sentido tradicional) hasta de capacidad contenedora e inclusiva de las propuestas, entre otras tantas opciones.

 

En relación con la carga  horaria de las escuelas, Landívar informa que casi el 81% está dedicado al dictado de clases, mientras que el 6,10% está destinado a la conducción de los departamentos (supervisión de clases, planificación, selección y secuenciación de contenidos, búsqueda de acuerdos sobre estrategias metodológicas, etc.). Por lo tanto, concluye que “son muy pocas las horas dedicadas a proyectos especiales (con alumnos o no)”.

Sobre las formas de evaluación del desempeño docente se señala que 16 ECSUN (el 32%) indican no poseer (o no responden al respecto), si bien el autor aclara que “en varios establecimientos se está redefiniendo la forma de evaluación. Muchos de los cambios se deben a la paulatina incorporación de las carreras docentes y los concursos, especialmente”.

 Al consultar sobre la realización de tareas de extensión e investigación, Landivar presenta resultados contundentes: “el 88,23% de las ECSUN manifiestan NO realizar actividades de extensión. El 92,16% indica NO realizar tareas de investigación”. Sobre este punto, el autor aporta una mirada sistémica:

 

Sin extensión ni investigación, sin carga horaria para realizarlas o para desarrollar proyectos especiales y con docentes no evaluados en su desempeño en muchas escuelas, etc., se puede afirmar que muchas de las ECSUN fueron pensadas sólo para "enseñar" en un contexto sociopolítico, científico y cultural "estable". Otras tantas se pensaron en contextos diferentes, pero no se les asignaron ni los recursos, ni las funciones suficientes para generar conocimiento ni para innovar. Se podría decir que también se las creó para “enseñar”. Sin duda, la universidad tiene una gran deuda, no con las escuelas, sino con la comunidad en general, la de imprimir, en estas escuelas, las lógicas universitarias que conducen a la reflexión y creación de prácticas y conocimientos superadores. En este sentido se entiende la innovación, no como aquella centrada en las modas tecno-pedagógicas.

 

Como vemos, los datos de Landívar disparan profundas reflexiones sobre la función y el sentido que las escuelas medias universitarias poseen en concreto, más allá de lo que se declare en los estatutos o se transmita como tradición.

 Al preguntar por el grado de ajuste de los PCI (Proyectos Curriculares Institucionales) con el de la jurisdicción en la que se encuentra la ECSUN, el dato, una vez a más, llama la atención:

 

En una primera lectura, se observa que el 77,55% de las ECSUN posee PCI que no se ajustan a los del Diseño Jurisdiccional en el que se encuentra (no se ajusta, aunque no es incompatible el 63,26%; o no se ajusta y es poco compatible, el 14,28%). ¿Esto es bueno o no? sería la pregunta.

Si los diseños de las jurisdicciones y, claro está, los lineamientos propuestos por el Consejo Federal de Educación (CFE) en torno a los cuales se articulan, estuvieran desactualizados se podría decir que es bueno, ya que las universidades estarían brindando ofertas innovadoras. De lo contrario, se podría afirmar que es malo, pues la universidad estaría brindando ofertas poco actualizadas (¿clásicas, conservadoras, desactualizadas?) [...].

Por otro lado, puede existir la posibilidad que, existiendo diseños jurisdiccionales relativamente actualizados, los diseños de las ECSUN no se ajusten porque su oferta supere tal diseño o porque los destinatarios de su propuesta no sean los mismos que los de las escuelas no universitarias (sean de gestión pública o privada) a las que concurre población diversa.

 

En el relevamiento quedan en evidencia también las diferencias que existen entre las ECSUN creadas en los últimos años (que desarrollan “estrategias innovadoras para brindar respuestas educativas inclusivas” y que, sin dudas, ofrecen “alternativas a otras escuelas públicas con matrículas de similares características” y las ECSUN más antiguas o tradicionales. Esto puede verse, por ejemplo, al tener en cuenta los datos relevados respecto de la promoción y la repitencia.

 

El informe incluye también información referida a la gestión administrativa de las escuelas. Sobre este punto, se presenta el dato de que 17 ECSUN (el 33,3) no poseen sistema informático de Gestión de Alumnos, a los que podrían agregarse 4 establecimientos que no contestaron la pregunta.

Otros ejemplos de aspectos relevados son formas de ingreso a la docencia; conformación de jurados/ tribunales de concursos; selección y designación de directivos; régimen de licencias; formas complementarias de financiamiento; ciudadanía universitaria; tipos de ingresos a la universidad de los egresados de las escuelas secundarias; existencia de equipos pedagógicos y formas de evaluación institucional. Sobre este último punto, el resultado es, una vez más, elocuente: solo 17 ECSUN (el 33,33%) indicaron poseer alguna forma de evaluación institucional.

 

“La opinión de los directivos”

 

La segunda mitad del libro está dedicada a la presentación de las respuestas a una serie de preguntas realizadas a autoridades de las ECSUN referidas a la concepción que se maneja en cada institución sobre calidad educativa, innovación e inclusión.

Siendo él mismo autoridad de una ECSUN, Landivar hace bien en señalar que

 

es razonable inferir que las personas que dirigen instituciones de este tipo representan a las escuelas en su idiosincrasia, en su PEI. Aunque también es lógico suponer que puede haber discrepancias en torno a proyectos, orientaciones, valores, etc. Esto es habitual en toda organización educativa donde el compromiso humano con la tarea lleva a poner en escena las contradicciones. Es sobre estas contradicciones que la mayoría de las veces se gestiona, en la tensión entre los objetivos y mandatos institucionales, las tradiciones, ideologías, enfoques, etc.

 

Nuevamente, el autor se ve obligado a destacar las limitaciones del informe, ya que

 

sólo se obtuvo respuestas de los directivos de 19 ECSUN (37,25% del total). En tres de ellas, se indicó "No autorizo la publicación del/los nombre/s de las personas respondientes, ni de la escuela/colegio al que pertenece, sólo de las respuestas" [...] Es lícito suponer que otras ECSUN no respondieron directamente la encuesta por razones conflictivas o por no confiar en la reserva de identidad. Como sea, incluso si el desinterés fue la razón, todo da cuenta de transitar sobre un terreno complejo.

 

Al leer las respuestas sobre las diferentes concepciones en torno a la calidad educativa, el contrapunto resultante entre las instituciones tiene un potencial sumamente enriquecedor. 

Por ejemplo, podemos observar las respuestas de la Escuela del Magisterio UNCu- Mendoza (“La Escuela del Magisterio, en coincidencia con el espíritu y marco normativo que guía la propuesta de UNICEF Argentina y UNESCO, adapta el instrumento de Autoevaluación de la Calidad Educativa (IACE), para la educación secundaria, como esquema que permite analizar la realidad escolar de la institución”); la de la Escuela Agrotécnica Eldorado UNM- Misiones (“Adherimos al concepto multidimensional en el que se incluyen aspectos edilicios adecuados, inversión de recursos, nivel salarial de docentes y no docentes, sistemas de acceso y permanencia en la docencia (carrera docente); los contenidos de una currícula actualizada y los resultados o desempeños académicos observados en los aprendizajes significativos; instalaciones, maquinarias, equipos, herramientas con tecnología actualizada, democratización del ingreso, estrategias de retención, la relación institucional con los padres, con otras instituciones del medio socio productivo, entre otros conceptos”)  y la de la Escuela Secundaria Técnica UNAV- Avellaneda (“la calidad educativa es entendida como la coherencia entre la normativa flexible, las acciones orientadas a la inclusión, el respeto a la diversidad, la estimulación de la autoestima de los estudiantes, la generación de espacios a partir de los cuales los estudiantes vayan adquiriendo los saberes necesarios para insertarse en el mundo del trabajo o de los estudios superiores”), y compararlas con las de la Escuela Agrotécnica Libertador Gral. San Martín Casilda UNR- Rosario (“No abordamos el concepto de calidad educativa. Consideramos que es tarea de la comunidad educativa en pleno, revisar conceptos y preconceptos sobre los sujetos reales y concretos que pueblan los espacios de enseñanza y aprendizaje, sus necesidades y sus problemas. Y se trata, ante todo, no de privilegiar una reflexión sobre los demás, sino de una reflexión sobre nuestra práctica. Una reflexión que nos permita echar una mirada sobre el cambiante campo psicosocial con la finalidad de reflexionar, más allá de las palabras, sobre un vocablo como educar. Entendiéndolo fundamentalmente, como lo planteara Hannah Arendt, como ‘deber de hospitalidad’, como ‘acto de solidaridad intergeneracional’, que nos pone en la situación de brindar a otro, ‘algo’ que provoque el pensamiento y la reflexión, esta última entendida como acto máximo de libertad”) o con la lacónica pero representativa respuesta del Colegio Nacional de Buenos Aires UBA- Buenos Aires (“No usamos el concepto de calidad educativa. Usamos el de excelencia académica”). 

Como vemos, los contextos de las diferentes ECSUN son muy diversos. En palabras de Landivar:

 

Sin duda, las escuelas/ colegios, en línea con las universidades a las que pertenecen, reflejan la autonomía tanto como la diversidad de miradas de los claustros, lo que es palpable en las concepciones que cada equipo directivo posee, y no sólo comparando los establecimientos entre sí, sino comparando diferentes gestiones en el mismo establecimiento a lo largo del tiempo, sobre todo, en modelos de escuelas / colegios muy diferentes en la misma universidad. Resultan las escuelas, parte y producto de los debates y definiciones universitarios

 

Al consultar sobre la innovación, Landívar destaca que en ningún caso se hicieron referencias a acciones institucionales de investigación y de extensión, y realiza la siguiente reflexión:

 

¿No es central en la universidad argentina la docencia, la investigación y la extensión?  ¿Quedan estas funciones restringidas al nivel superior? ¿No es el nivel secundario un espacio significativo para que la universidad incursione desde estas perspectivas, o se lo considera un nivel interior? Todo lleva a repensar la razón de ser de las escuelas/colegios universitarios. Sin duda, estas razones oscilan entre la formación propedéutica y la formación ciudadana; entre la formación para la adaptación funcional y la formación en la criticidad; entre la formación de las minorías y la formación de las mayorías; la competitiva y la inclusiva; la formación a través de sistemas tradicionales organizados en estructuras disciplinares estancas que parten de la homogeneidad, hasta otros sistemas por proyectos o áreas integradoras orientados a la diversidad. Sin duda coexisten todos los modelos, sería interesante debatirlos, buscar sus fundamentos e identificar las contradicciones de la propia universidad que se reflejan en nuestras escuelas.

 

Como ya dijimos, la perspectiva de Landívar es sistémica. La presentación de su informe no tiene como objetivo criticar o dejar en evidencia a las ECSUN, sino profundizar en el sentido que finalmente tienen este tipo de instituciones. Sobre este punto, continúa su análisis:

 

¿Estas actividades o estrategias innovadoras sólo son posibles por pertenecer a las universidades o también son factibles de realización y se concretan en escuelas de las jurisdicciones provinciales? Si es posible en los dos tipos de escuelas, la pertenencia institucional a las universidades no se justificaría, al menos desde esta perspectiva analítica. En caso de que las innovaciones desarrolladas sean originales ¿es posible transferirlas o extenderlas al resto de las escuelas? Sin ninguna duda, este sería un gran aporte de estos establecimientos, muchos de los cuales nacieron como "experimentales".

Entonces, ¿se transfiere este saber a las demás escuelas? ¿No es este el desafío que debería plantearse? En esta línea, se puede aspirar a proyectos menos ambiciosos como serían aquellos de promoción e integración en el contexto desde perspectivas alternativas (constructivas y horizontales), ya que el "transferir da cuenta de un diferencial académico-científico que no sólo subestima al resto, sino que tampoco se los suele considerar como constructores y portadores de saberes relevantes. ¿Son escuelas promotoras de espacios de encuentros de intercambio? Es esta una tarea sumamente factible y enmarcada en la intencionalidad de debate y mejora colectiva, lo que es parte de la extensión. Cuestión que, tal vez, tendría mayor impacto que las actividades de investigación propiamente dichas.

 

       Landivar fundamenta la vinculación de las ECSUN -muchas veces percibidas como “burbujas” dentro del sistema educativo- con otras instituciones ya que por su pertenencia a universidades nacionales deben estar al servicio de toda la sociedad y no solamente de quienes tenemos el privilegio de trabajar o estudiar en ellas. En un contexto en el que con cierta periodicidad se cuestiona el financiamiento que reciben las universidades nacionales -y otras áreas sensibles para el desarrollo científico y cultural del país- señalamientos como éste son, en nuestra opinión, muy importantes:

 

si los actores de las ECSUN no recuperan, como horizonte del hacer y pensar cotidiano, la situación que atraviesa la totalidad del nivel secundario en el país a principios de siglo XXI, se estará lejos de dimensionar y calibrar tanto las nociones de calidad e innovación educativas, como la asunción de las funciones históricas de las universidades públicas: enseñanza, investigación y extensión.

Y viceversa, atender la situación del contexto histórico del nivel medio argentino, inevitablemente, traería aparejado para las ECSUN mejoras cualitativas y novedades; porque potenciaría la docencia, la investigación y la extensión que llevan adelante.

No atender al contexto indicado llevaría a recaer en ciertas tradiciones fundacionistas de lo que tantas veces se acusó a la universidad argentina. No sería racional en términos de investigación científica nacional, por ejemplo, pensar hoy en día en universidades que indaguen sobre los problemas que atraviesa la educación secundaria y que a su vez tengan escuelas medias desconectadas de esas mismas tareas de reflexión científica.

 

 “Hipótesis de alto voltaje pedagógico-político”

 

El carácter institucional del informe (en el sentido de que surgió en el CIN) hace que la falta de respuestas por parte de algunas instituciones resulte sorprendente. Es por lo menos problemático que instituciones públicas que cuentan con una autonomía que procura garantizar su mejor desempeño no deban rendir cuentas (en el sentido de -por lo menos- aportar información) para contribuir al diseño y desarrollo de mejores políticas educativas.

El texto de Landivar muestra que, en términos generales, las ECSUN estarían lejos de cumplir lo que el imaginario social deposita en ellas. El autor es consciente de las tensiones puestas en juego en torno a la tarea de gestión y a las diferencias que existen entre las instituciones, pero no por eso tiene una mirada condescendiente o busca restar responsabilidades. Por el contrario: hace foco en el sistema y en la necesidad de que se tomen decisiones articuladas que tiendan a construir un escenario coherente que se enriquezca de los aportes y experiencias particulares.

Pero si nada de esto, al menos por ahora, pasa, ¿por qué, entonces, la población valora las escuelas de universidades?, nos preguntamos junto al autor y consideramos su propuesta:

 

¿Será por la idea sobre “Calidad Educativa” que generan los exámenes de ingreso, los que garantizan alumnos con un piso de conocimientos superior a la media? (Casi la mitad de las escuelas tienen este sistema) ¿Será porque, cualquiera sea el tipo de ingreso, existen procesos de autoexclusión sociocultural al asociarse las ECSUN con la idea de "exigencia universitaria”, lo que conlleva al acceso de sectores que valoran más este tipo de ofertas? ¿Será porque son establecimientos de universidades y el prestigio de éstas se traslada a ellos? Como siempre, las preguntas quedan abiertas a múltiples respuestas. Pero se ve también que las universidades han generado escuelas a las que se accede por radio geográfico, instituciones establecidas en zonas con alto nivel de conflictividad, desigualdades de todo tipo y derechos vulnerados por doquier. Estas escuelas, si cumplen los objetivos por los que fueron creadas, también poseen "calidad educativa". En este contexto, la "innovación" posee otras características. Aunque siempre debe observarse como un medio para lograr los objetivos institucionales.

Sin ninguna duda, las ECSUN son instituciones muy particulares, con diferentes historias y propósitos, con proyectos curriculares y educativos diversos. Es muy difícil compararlas más allá de las cuestiones generales. No obstante, existen en este tipo de estudios en las ECSUN, una riquísima posibilidad exploratoria y descriptiva que, si se monta sobre comprometidas hipótesis de investigación, podrían llegar a justificar o no la existencia de algunos modelos escolares que se han dado las universidades. Como verá el lector, se están aventurando hipótesis de alto voltaje pedagógico-político.


Posdata

Vincular el contenido del libro  reseñado con la polémica de las últimas horas sobre las clases virtuales en el CNBA puede parecer un poco mezclar peras con manzanas. Sin embargo, creo que hay algunos puntos en común que justifican la relación.

¿Y si, pese a su historia y a las representaciones sociales que sobre él pesan, al CNBA (y, por extensión, a todas las escuelas medias dependientes de universidades nacionales) les corresponden las mismas dificultades y posibilidades que cualquier otra institución? 

¿Podemos dejar de indignarnos, renunciar a los privilegios y tratar de pensar el sistema educativo de una manera más integral?

El problema no es solamente que los/as estudiantes del CNBA no reciban una propuesta pedagógica más o menos buena, sino que la Universidad no participa a través de sus colegios en el debate educativo. Algunas instituciones universitarias funcionan como cómodos edificios (reales o virtuales) en los que quienes estudiamos o trabajamos en ellas jugamos nuestro endogámico juego, sin asumir ningún riesgo y sin ofrecer nada significativo a la sociedad.

El curso de ingreso meritocrático genera una sensación de "excelencia académica" que, en lo institucional, no se verifica (y, si lo hace, lo hace por las acciones aisladas de sujetos -docentes y estudiantes- aislados). Y esto no ocurre solo por responsabilidad de una gestión o por culpa de "la política". El libro de Landivar aporta algunas claves y permite, pese a todo, ser optimista.