Reseña de Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo
salvaje y el delirio de la izquierda (Madrid: Akal, 2017).
Por Mariano Duna
Si bien se ocupa de muchas
discusiones específicas del contexto español y europeo, Escuela o barbarie es una obra que consigue dialogar
particularmente con los docentes de estas latitudes, sobre todo a partir de
determinados cambios de paradigma en educación que se profundizaron desde la
llegada de Cambiemos al poder. También es un libro que interpela, argumenta,
critica, provoca y convence, sin renunciar a la explicitación de sus posicionamientos
ni –mucho menos- a la presentación clara y contundente de numerosos fundamentos.
Ya desde el propio título, los
autores plantean y actualizan a lo largo de todo el libro una serie de
dicotomías que podrían deducirse de la oposición más general entre modernidad y
posmodernidad. Partiendo de la constatación de que “no es lo mismo enseñar a
ciudadanos que enseñar a emprendedores”, los autores inician una crítica de
ciertas modas en educación dirigidas
a -y forjadoras de- ese nuevo sujeto: la
educación basada en competencias, el coaching,
el culto a la innovación pedagógica, las pruebas estandarizadas que permiten
hacer clasificaciones de las escuelas, el aprendizaje basado en proyectos, el trabajo
colaborativo, la omnipresencia de las TIC, etcétera. Con el avance de estas prácticas
se pregona una “Revolución educativa” (Capítulo 1) que pretende instaurar “El
nuevo orden educativo mundial” (Capítulo 3), en el que reinarán “Las metodologías
salvíficas” (Capítulo 5), cuyos fundamentos e implicancias los autores
desarticulan y exponen. Particularmente reveladora resulta la consideración que
los autores realizan sobre el constructivismo.
Ahora
bien, es esperable que la postura contraria a esta pretendida revolución sea inevitablemente reaccionaria. Mediante la revisión de
los criterios con los que se instauró un “sistema de instrucción pública
regulado por leyes democráticamente establecidas”, los autores recuperan un
principio que, a la luz de ciertos lugares comunes imperantes que destacan que
la escuela debe preparar para la vida, parece bastante conservador: nos referimos al
aislamiento relativo de la escuela para protegerla “de los vaivenes sociales
coyunturales”.
Sin embargo, ese aislamiento
adquiere otro sentido cuando el marco del cual se la quiere proteger es el
impuesto por el modelo teórico neoliberal, que procura construir –desde ya, a
través de la escuela- su propia versión del hombre
nuevo –“atomizado, egoísta, emprendedor, consumista, acrítico, flexible y
adaptable”-, tarea para la cual cuenta –para colmo- con la inestimable
colaboración de las “ciencias de la educación”, disciplina -¿disciplina?- con
la que los autores discuten en más de una oportunidad ( “El papel de las
‘ciencias de la educación’ en la estafa educativa”- Capítulo 4- y “A vueltas
con la pedagogía y la libertad de cátedra” - Capítulo 8-).
Como también se anticipa en su
subtítulo, el libro discute –desde la izquierda- con posturas políticas del
mismo signo. “La izquierda y la escuela” (Capítulo 2) es un recorrido por algunos
planteos de autores clásicos (Althusser y Foucault entre ellos) cuya repetición
descontextualizada posibilitó que desde el progresismo se desatendiera –por
temor al control ideológico- el carácter republicano y antidespótico de la
escuela pública.
Cabe destacar como dos
importantes virtudes de Escuela o barbarie su heterodoxia
argumentativa y el hecho de evitar esquemas simplificadores. Las oposiciones que plantea, antes que como
estructuras fijas que construyen un mensaje unidireccional, funcionan más bien como
un escenario sobre el que se ubican los argumentos. Esto permite que docentes
de diferentes corrientes ideológicas puedan sentirse interpelados por el libro
de diversas maneras, aunque sus miradas seguramente converjan en tramos como
aquellos en los que los autores denuncian la precarización tanto material como simbólica que sufren los
profesores (ahora “facilitadores del aprendizaje” o, en todo caso, “técnicos
educativos”), paralela al desprestigio que sufren el conocimiento organizado en
“disciplinas” y la tarea de “instruir” en lugar de “educar” (otra de las
oposiciones que los autores plantean y actualizan).
“La Universidad: el paisaje
después de la batalla” (Capítulo 6), “Un nuevo feudalismo para la universidad”
(Capítulo 7) y “Algunas reflexiones sobre los programas políticos para
educación” (Capítulo 10) responden a discusiones del contexto europeo, pero en
más de un caso pueden encontrarse llamativas similitudes con lo que está
ocurriendo en Argentina, sobre todo en torno a la evidencia de cómo las
sucesivas reformas en educación afectan la formación de los docentes y la
relevancia de los títulos de los futuros egresados. El Capítulo 10 es, además,
una muestra de una serie de medidas concretas que se pueden llevar a cabo desde
el Estado para defender y fortalecer la enseñanza pública, lo que remarca aún
más la urgencia de la causa que Educación y barbarie enarbola a lo
largo de sus páginas.
“Pedagogía y filosofía” (Capítulo 9) resume a
nuestro entender el espíritu del libro. Allí se desarrolla una nueva dicotomía;
y si bien sería muy simplista –y, por lo tanto, contrario al sentido de la obra-
colocar a la pedagogía del lado de la barbarie, la posmodernidad y el
neoliberalismo, y a la filosofía del lado de la civilización, la modernidad y
el republicanismo, la reivindicación de
la filosofía para pensar la educación es elocuente: “La filosofía debería tener
como tarea fundamental que no se olvidara en ningún momento del itinerario
educativo (y, sobre todo, en secundaria y los estudios superiores) que el saber
es en sí mismo, por una parte, el más irrenunciable de los incentivos y, por
otra, que es un derecho y no algo así como un posible servicio que se pueda
consumir”.
Educación o barbarie es
un libro que reivindica la Ilustración, la modernidad y la filosofía. Es, en
este sentido, un libro a la vez conservador
y revolucionario (en el sentido astronómico del término) que nos habilita a
pensar la educación “de vuelta”: habiendo completado una órbita completa, una
serie de principios que dieron origen a la escuela pública se fortalecen con la
experiencia adquirida y se actualizan, recuperando el brillo de sus promesas en
torno a “la construcción del pensamiento científico y del conocimiento, lo que posibilita la formación de la conciencia crítica y
ciudadana y, en definitiva, del espacio público democrático”.