24 de abril de 2021

Una propuesta para el diálogo y la mejora del funcionamiento institucional a partir de una herramienta que ya existe

Por Mariano Duna, Federico Lorenz y Manuel Sánchez



Durante 2020, en un contexto nacional e internacional complejo y amenazante por la pandemia, el CNBA debió adecuar sus prácticas a una situación excepcional. Las formas adoptadas lo volvieron objeto de críticas de distinto tenor que nos llevan a proponer dos vías de reflexión: de qué manera una institución como el Colegio tramita una crisis inédita y, más ampliamente, cómo se vale para ello de las herramientas pedagógico - institucionales de las que dispone y que, a nuestro juicio, desaprovechó. Frente a la extensión de la pandemia y las modalidades de cuidado en sus diferentes formas, esta situación debe subsanarse.

Existen dispositivos institucionales con potencial de poner en circulación la palabra, alojar gran parte del malestar que esta compleja situación genera y contribuir a la elaboración de estrategias superadoras para transitar de mejor manera los tiempos signados por la pandemia. Nos referimos a los Consejos de Convivencia y, sobre todo, al Consejo de Escuela Resolutivo (CER).

El CER es un consejo presidido por la Rectora y conformado por ocho representantes docentes (de los cuales seis son profesores/as y dos preceptores /auxiliares docentes), cuatro representantes estudiantiles, dos graduados/as y un/a representante del claustro nodocente con voz pero sin voto. Para conocer sus atribuciones basta con remitirse al artículo 33 de la Resolución CS Nº4767/2008. En esta oportunidad, queremos remarcar dos funciones allí planteadas: “elaborar la normativa que regule el funcionamiento del establecimiento” y “mantener relaciones sistemáticas con los padres y con el Centro de Estudiantes”.

Las demandas de las familias en relación con las muy heterogéneas estrategias de enseñanza ofrecidas por el Colegio durante 2020 son imposibles de atender en su totalidad si no se vehiculizan a través de un dispositivo institucional. Son los dispositivos los que hacen que las tensiones generadas por las demandas no recaigan exclusivamente sobre los individuos -demandantes y demandados- y los que regulan los vínculos, asignan tiempos -aun en la emergencia- y permiten poner a trabajar la palabra.

La comunicación de experiencias a través de redes sociales, o el envío de cartas que circulan en una sola dirección son recursos válidos pero finalmente ineficaces para generar diálogos y abordar las problemáticas en toda su complejidad. Reconocemos el valor de los testimonios para visibilizar una problemática que no encuentra los mecanismos institucionales de recepción pero, para poder realizar un diagnóstico preciso y lograr los consensos para implementar soluciones, es necesario que tales demandas sean canalizadas. Si los testimonios no son contextualizados y alojados en un dispositivo institucional, se vuelven simplemente una queja o una acusación. La difusión que los medios tradicionales hacen de esa queja o acusación puede generar la percepción de que finalmente los planteos son escuchados pero, al dejar de estar presentes en la agenda, la institución vuelve a su funcionamiento habitual. Es imposible desconocer, por otra parte, que históricamente el Colegio ha sido una caja de resonancia y a la vez se ha visto influido por el contexto político nacional, lo que indudablemente afecta, y no necesariamente de manera virtuosa, la educación de nuestros estudiantes.

El CER, que -como señalamos- es un órgano que por naturaleza puede canalizar el diálogo con los padres y la comunidad estudiantil, no ha desempeñado un papel digno de mención en un contexto en el que, dada su representatividad, podría haber mediado y vehiculizado las múltiples demandas que el CNBA recibió. También es preciso destacar que en los últimos años la representación del claustro docente sufrió muchas variaciones debido a renuncias, pedidos de licencia, jubilaciones y, principalmente, designaciones en cargos de gestión incompatibles por reglamento con la participación en este órgano. Todo esto dificultó sin duda la continuidad del trabajo del CER, pero no desliga de responsabilidades a sus miembros ni, en menor medida, al resto de la comunidad educativa, algunos de cuyos integrantes no hemos podido hasta ahora pugnar con eficacia para que el CER sesione.

La consecuencia lamentable es que el el CER no se ha reunido desde finales de 2019 y consideramos urgente que lo haga durante 2021. No se trata de un requerimiento formal o de una exigencia de horizontalización en la toma de decisiones. Sabemos que la situación es inédita y muy compleja y cualquier gestión se hubiera visto desafiada de formas desconocidas hasta ahora. Pero creemos que el CER trasciende a las personas que desempeñan una función; el CER es un dispositivo institucional que posibilita que los sujetos encuentren a través de sus representantes la voz y la capacidad de trabajo para actuar e intervenir frente a una realidad que nos inmoviliza o nos desespera.

En ese sentido, creemos imprescindible que el CER sesione y que funcione con una agenda concreta en pos de gestionar los conflictos coyunturales y con la capacidad de proponer soluciones creativas frente a un escenario tan complejo, sin resignar por ello darse un espacio para pensar acciones con efectos a más largo plazo.

Estos son algunos de los temas que consideramos merecen la pena ser tratados:

1.- Definir y consensuar una postura institucional, propia del CNBA, frente a los posibles escenarios para lo que resta del año y ante eventuales nuevas contingencias derivadas de la pandemia escuchando las visiones, sugerencias y preocupaciones de cada uno de los claustros. Si bien entendemos que somos parte de un conjunto de escuelas medias de la UBA, todas nuestras acciones y propuestas no pueden ni deben estar supeditadas exclusivamente a las decisiones que se tomen extramuros.

2.- Consideramos que las familias son una parte importante de la comunidad educativa. Para que esto no quede sólo en palabras, creemos oportuno abrir el debate a una posible incorporación de las familias al CER. Esta incorporación, que requeriría para formalizarse de la aprobación del Consejo Superior, podría realizarse en el corto plazo con la creación de una mesa de trabajo en el ámbito del CER a la que se convoque a representantes de las familias de actuales estudiantes y/o de recientes egresados.

3.- Recuperar las experiencias transitadas durante 2020 -las buenas y las que deben mejorarse- e implementar un plan de mejora para 2021 y los próximos años exige atender todas las variables y analizar en profundidad tanto nuestro desempeño colectivo como el aprendizaje de los y las estudiantes. En este sentido, el CER debería ser el lugar para establecer herramientas de evaluación interna que nos permitan -en un marco de absoluto respeto por la normativa laboral docente y el derecho a la educación- conocer con rigurosidad qué propuestas desarrollamos y cómo lo hacemos. Tenemos que dar cuenta de la calidad de nuestro trabajo, y para eso necesitamos que exista una planificación institucional en articulación con la comunidad educativa expresada en el CER, para diseñar y comunicar los indicadores a tener en cuenta en la autoevaluación institucional. No consideramos que a través del relevamiento de, por caso, la cantidad de encuentros sincrónicos mantenidos por un curso pueda obtenerse ni siquiera una idea general de la características de la enseñanza, ni del compromiso de cada docente, ni muchísimo menos de la calidad de los aprendizajes de los y las estudiantes.

4.- En tanto expresión de los claustros, el CER debe establecer una agenda de articulación y diálogo con las Jefaturas Departamentales y otras dependencias para facilitar la puesta en común de las distintas experiencias derivadas de la crisis. Si bien la virtualidad, por un lado, ha vuelto transparentes algunos aspectos de la vida institucional, a la vez torna confusos y superpone otros, lo que ralentiza la toma de decisiones o lleva a que se realicen de forma aislada.

Creemos que por este camino y valiéndonos de herramientas de las que el CNBA ya dispone, podríamos subsanar una serie de problemas que la pandemia ha hecho visibles y que se traducen en dificultades para el funcionamiento cotidiano de la institución: evitaríamos la lógica de la acción por reacción, fortaleceríamos el diálogo entre la conducción del Colegio y quienes trabajamos en él, y consolidaríamos nuestra institucionalidad dándole mayor entidad a un organismo representativo de la comunidad del CNBA. De esta manera, mejoraría nuestra propuesta para los principales destinatarios de nuestros esfuerzos: las y los estudiantes.


No hay comentarios.: