A propósito del pronunciamiento de AGD y
la Carta del Rector
Pensar y
construir el Colegio que viene
por Claudio Acuña, Mariano
Duna y Manuel Sánchez
Lo urgente y lo
importante
Nos encontramos inmersos en una coyuntura en la que existe
una tensión inevitable entre tomar medidas necesarias y acordes a la situación,
pero con objetivos que solo podrán verse cumplidos en el mediano plazo, y
adoptar iniciativas de forma rápida que procuran obtener resultados en el menor
tiempo posible. Sin lugar a dudas, los “módulos de convivencia” anunciados por
el Rector en su carta del 19 de abril
pertenecen a este último grupo de decisiones que impulsan una intervención
rápida, en detrimento del tiempo necesario para una correcta planificación; sin
embargo, como se plantea –aunque con otras palabras- en el comunicado de la
Comisión Directiva de AGD-CNBA del 26 de abril, en ocasiones lo urgente posterga lo importante y
se debe actuar con celeridad.
Considerando esto, creemos inoportuno calificar como
“equivocada” la realización de los “módulos de convivencia”, instancia que, por
un lado, en ningún momento se observó cómo ideal (sino todo lo contrario) y,
por el otro, se encuentra en plena implementación. Creemos que, en todo caso,
la advertencia en torno a los “módulos de convivencia” debería estar en
convocar a que seamos capaces de aprovechar estos encuentros para escuchar a
les alumnes y encarar un imprescindible establecimiento de nuevos
consensos entre los claustros. El planteo de estos objetivos de ninguna manera
contradice los lineamientos –mejor o peor planteados- comunicados por las
autoridades para la realización de estas instancias de diálogo.
Intervenciones
internas o externas
Otro aspecto en el que puede señalarse la misma tensión
entre actuar rápido o actuar bien se vincula con el
interrogante respecto de qué sujetos o agentes institucionales deben intervenir
frente a una situación como la actual. En este sentido, no consideramos
pertinente la propuesta de la CD de AGD-CNBA de convocar a un “equipo
interdisciplinario probado (de psicólogos, sociólogos, trabajadores
sociales y médicos), especializado en Adolescencia y en ESI” ya que
la misma desconoce el trabajo que vienen realizando las profesionales
especialistas en esa área en el marco de la DOE, implicaría construir desde cero un vínculo con les
estudiantes, y no garantiza por sí misma un funcionamiento eficaz en el corto
plazo (rasgo que –recordemos- en su argumentación se señalaba como
imprescindible).
En todo caso, creemos
que podría acordarse con les estudiantes la selección de un grupo de docentes
–con formación y capacidad de diálogo acordes a la situación- que funcionen
como interlocutores institucionales y facilitadores de la búsqueda de
consensos. Entendemos que proponer una intervención externa -un comité de crisis cuya procedencia no se
especifica- no es la mejor salida. Una iniciativa como ésa desconoce –como
mencionamos- la formación y el trabajo de quienes nos desempeñamos en la
institución, perspectiva que no creemos que sea la correcta y menos aún
proviniendo de una representación gremial.
Más allá de esto, lo importante,
lo que debe interpelarnos con premura, lo que no puede postergarse ni un minuto
más -y que tal vez que nos cuesta mucho señalar desde nuestro claustro- es la
necesidad de capacitación para todos los docentes. Hay algunos ejemplos que
permiten observar que esta tarea se está encarando: desde la UBA, a través del
CITEP, mediante un curso virtual; desde el CNBA, en la Primera Jornada de
Reflexión Institucional de este año, a través
de una “Actividad sobre la Ley de Educación Sexual Integral a cargo de la Lic.
Patricia Orge y la Lic. María Marta Campagno”; y de
manera informal, a partir del intercambio de ideas y
materiales que permitió el encuentro realizado a raíz de la reunión de
“Docentes autoconvocadxs” el pasado viernes 20 de abril en la sala de
profesores. Desde ya que estas iniciativas son perfectibles -el curso del
CITEP, ofrecido de manera tardía, se presenta alternadamente como “curso sobre temática de género” o
como “de sensibilización en género” (sic) y no como lo que debería ser, una
capacitación en perspectiva de
género; las intervenciones -no sistematizadas- en las Jornadas Institucionales
suelen quedar un poco aisladas entre sí; y, por último, en los encuentros entre
docentes en ocasiones cuesta superar un primer momento de necesaria catarsis-,
pero aun así marcan un camino que habría que valorar y profundizar en lugar de
desconocer o entorpecer.
La forma
y el contenido
Ahora bien, ante situaciones conflictivas como la actual,
el análisis de qué características de una forma de gestión en particular
resultan facilitadoras de ciertos problemas o de determinadas soluciones suele
resultar pertinente. Sin embargo, creemos que la caracterización de Gustavo
Zorzoli como un rector personalista –crítica que compartimos, por otra parte-
no aporta mucho en esta coyuntura, máxime si tenemos en cuenta que estamos
entrando en el último tramo de su gestión tras siete años y medio al frente de
la Rectoría.
Consideramos que, en ocasiones, el énfasis puesto en las
cuestiones de forma termina relativizando en demasía lo principal: el
contenido. Tal vez el problema no resida solamente en que el Rector,
por ejemplo, no consulte lo suficiente sus decisiones sino que éstas sean,
independientemente de la intención suya y de quienes lo asesoran, no
pertinentes (como ejemplo de esto, señalemos, por un lado, el contenido y la
aplicación de la Resolución CNBA Nº 952-2016 “Programa de Educación Sexual
Integral” y, por el otro, las estrategias institucionales adoptadas en torno a
casos de abuso que tomaron estado público durante 2017).
Algo similar puede decirse sobre el nombramiento de
docentes. Que se designen tutores de acuerdo a una lógica fácilmente vinculable
al nepotismo es un problema grave, pero que la tarea que esos docentes
desarrollan no se ajuste a un proyecto o a un criterio debidamente fundamentado
y explicitado empeora aún más la situación. Podríamos contar con los docentes
mejor calificados seleccionados de la manera más transparente, y aun así éstos
podrían tener que desarrollar su tarea a
la deriva, de forma improvisada, modificándola de un año a otro por
capricho de la autoridad; y, a la inversa, podríamos tener docentes con pocas
credenciales que, en virtud de un proyecto sólidamente fundamentado y
correctamente coordinado, puedan ir mejorando su tarea día a día.
Tememos que, en definitiva, tanto los cuestionamientos a la
DOE como el pedido respecto de la restitución de preceptores terminen siendo, en el pronunciamiento de la CD de AGD-CNBA, una
defensa a ultranza de un esquema cuantitativo de trabajo que no pugna por lo
más importante: la definición cualitativa de cada tarea de acuerdo a criterios
explicitados de antemano de forma fundamentada, que hagan prevalecer el
proyecto pedagógico por sobre cualquier otro principio (y que, dicho sea de paso,
se adecuen a lo establecido en el Convenio Colectivo de Trabajo). La
contradicción es evidente, pero evitable: por criticar una falta del Rector se
deja de lado una omisión mucho mayor.
De manera análoga, las aclaraciones de Zorzoli realizadas
en una carta enviada a los docentes buscan aportar claridad sobre cómo fue la
contratación de los tutores pero no realizan definiciones sobre los fundamentos
y los objetivos del tipo de tarea que se espera que estos cumplan, más allá de
tener “dedicación exclusiva” para primer año o de “fortalecer el Departamento
de Tutorías” (sobre la complejidad y la importancia de la definición del rol
del tutor nos hemos referido aquí y aquí) .
Hacia una
necesaria síntesis: la reforma del plan de estudios
Por último, un aspecto central que merece ser destacado
reside en los usos que se hace de la palabra “crisis”. Tanto el comunicado de
AGD –que la utiliza con una connotación negativa y de denuncia- como la carta
del Rector –que niega el término con una postura a la defensiva- revelan, a
nuestro entender, aunque de forma desigual, una incomprensión acerca de la
situación que enfrentamos. La violencia de género, su problemática, la llamada cuarta ola feminista y los debates
abiertos plantean, en primer lugar, una crisis en los valores y en la cultura
de nuestra sociedad. Es ese contexto dominante el que permea la institución,
por lo que, en este sentido, podemos hablar de una crisis positiva, una crisis que pone en discusión todo -la pedagogía, los
contenidos de las asignaturas, las relaciones de convivencia entre estudiantes,
entre estudiantes y docentes, etcétera-; una crisis que se proyecta hacia
adelante y también hacia atrás, y que debe asumirse positivamente porque abre
la posibilidad de clausurar definitivamente dispositivos que se usaban en el
pasado mediato para resolver y encauzar distintos tipos de situaciones.
En los últimos años el
Rector impulsó a través de les alumnes un proceso de reforma del
plan de estudios. Ya nos hemos referido a su modalidad (aquí), y a su
contenido (aquí), a la vez que
hemos hecho propuestas concretas sobre su gestión y planificación (aquí); en este caso,
creemos oportuno retomar lo que señalábamos el 27 de febrero de este año sobre
la última versión de la propuesta realizada por les estudiantes tras diversos
encuentros con profesores y especialistas:
el Proyecto no contiene ninguna
perspectiva de Género en general y tampoco a nivel curricular. ¿No se hace
necesario, en la perspectiva de un nuevo plan de estudios incorporar el
binomio educación y género?[…] Un nuevo proyecto educativo, una reforma de
fondo, que no aborde esta problemática será una reforma que no esté acorde al
nuevo contexto social que existe con respecto al rol de la mujer en la sociedad
y a su lucha por la paridad de género, la igualdad y la desmitificación de
roles, entre otras cuestiones.
Creemos que es importante reconocer que la actual
problemática en torno a la violencia de género nos halló a todos por igual: no
preparados para asumir –desde un punto de vista tanto político como pedagógico-
los desafíos con los que les estudiantes en buena hora nos interpelan. Esta
misma observación puede ser extendida para considerar la manera en la que gran
parte del claustro docente se posicionó ante la posibilidad de comenzar a
pensar un reforma y, en definitiva, de llevarla a cabo. Una oposición sólo a
las "formas" de gestión sin intenciones reales de discutir el
contenido es una oposición legítima pero insuficiente para encarar seriamente y
de buena fe un proceso de Reforma, Gestión y Renovación que esté a la altura de las demandas sociales
contemporáneas, de la cultura institucional del CNBA, de las necesidades de sus
estudiantes y, desde luego, de nuestras capacidades.
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