2 de mayo de 2018

Pensar y construir el Colegio que viene


A propósito del pronunciamiento de AGD y la Carta del Rector
Pensar y construir el Colegio que viene

por Claudio Acuña, Mariano Duna y Manuel Sánchez

Lo urgente y lo importante

Nos encontramos inmersos en una coyuntura en la que existe una tensión inevitable entre tomar medidas necesarias y acordes a la situación, pero con objetivos que solo podrán verse cumplidos en el mediano plazo, y adoptar iniciativas de forma rápida que procuran obtener resultados en el menor tiempo posible. Sin lugar a dudas, los “módulos de convivencia” anunciados por el Rector en su carta del 19 de abril pertenecen a este último grupo de decisiones que impulsan una intervención rápida, en detrimento del tiempo necesario para una correcta planificación; sin embargo, como se plantea –aunque con otras palabras- en el comunicado de la Comisión Directiva de AGD-CNBA del 26 de abril, en ocasiones lo urgente posterga lo importante y se debe actuar con celeridad.
Considerando esto, creemos inoportuno calificar como “equivocada” la realización de los “módulos de convivencia”, instancia que, por un lado, en ningún momento se observó cómo ideal (sino todo lo contrario) y, por el otro, se encuentra en plena implementación. Creemos que, en todo caso, la advertencia en torno a los “módulos de convivencia” debería estar en convocar a que seamos capaces de aprovechar estos encuentros para escuchar a les alumnes y encarar un  imprescindible establecimiento de nuevos consensos entre los claustros. El planteo de estos objetivos de ninguna manera contradice los lineamientos –mejor o peor planteados- comunicados por las autoridades para la realización de estas instancias de diálogo.

Intervenciones internas o externas

Otro aspecto en el que puede señalarse la misma tensión entre actuar rápido o actuar bien se vincula con el interrogante respecto de qué sujetos o agentes institucionales deben intervenir frente a una situación como la actual. En este sentido, no consideramos pertinente la propuesta de la CD de AGD-CNBA de convocar a un “equipo interdisciplinario probado (de psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales y médicos), especializado en Adolescencia y en ESI” ya que la misma desconoce el trabajo que vienen realizando las profesionales especialistas en esa área en el marco de la DOE, implicaría construir desde cero un vínculo con les estudiantes, y no garantiza por sí misma un funcionamiento eficaz en el corto plazo (rasgo que –recordemos- en su argumentación se señalaba como imprescindible).
En todo caso, creemos que podría acordarse con les estudiantes la selección de un grupo de docentes –con formación y capacidad de diálogo acordes a la situación- que funcionen como interlocutores institucionales y facilitadores de la búsqueda de consensos. Entendemos que proponer una intervención externa -un comité de crisis cuya procedencia no se especifica- no es la mejor salida. Una iniciativa como ésa desconoce –como mencionamos- la formación y el trabajo de quienes nos desempeñamos en la institución, perspectiva que no creemos que sea la correcta y menos aún proviniendo de una representación gremial.
Más allá de esto, lo importante, lo que debe interpelarnos con premura, lo que no puede postergarse ni un minuto más -y que tal vez que nos cuesta mucho señalar desde nuestro claustro- es la necesidad de capacitación para todos los docentes. Hay algunos ejemplos que permiten observar que esta tarea se está encarando: desde la UBA, a través del CITEP, mediante un curso virtual; desde el CNBA, en la Primera Jornada de Reflexión Institucional de este año, a través de una “Actividad sobre la Ley de Educación Sexual Integral a cargo de la Lic. Patricia Orge y la Lic. María Marta Campagno”; y de manera  informal,  a partir del intercambio de ideas y materiales que permitió el encuentro realizado a raíz de la reunión de “Docentes autoconvocadxs” el pasado viernes 20 de abril en la sala de profesores. Desde ya que estas iniciativas son perfectibles -el curso del CITEP, ofrecido de manera tardía, se presenta alternadamente como “curso sobre temática de género” o como “de sensibilización en género” (sic) y no como lo que debería ser, una capacitación en perspectiva de género; las intervenciones -no sistematizadas- en las Jornadas Institucionales suelen quedar un poco aisladas entre sí; y, por último, en los encuentros entre docentes en ocasiones cuesta superar un primer momento de necesaria catarsis-, pero aun así marcan un camino que habría que valorar y profundizar en lugar de desconocer o entorpecer.

La forma y el contenido 

Ahora bien, ante situaciones conflictivas como la actual, el análisis de qué características de una forma de gestión en particular resultan facilitadoras de ciertos problemas o de determinadas soluciones suele resultar pertinente. Sin embargo, creemos que la caracterización de Gustavo Zorzoli como un rector personalista –crítica que compartimos, por otra parte- no aporta mucho en esta coyuntura, máxime si tenemos en cuenta que estamos entrando en el último tramo de su gestión tras siete años y medio al frente de la Rectoría.
Consideramos que, en ocasiones, el énfasis puesto en las cuestiones de forma termina relativizando en demasía lo principal: el contenido.  Tal vez el problema no resida solamente en que el Rector, por ejemplo, no consulte lo suficiente sus decisiones sino que éstas sean, independientemente de la intención suya y de quienes lo asesoran, no pertinentes (como ejemplo de esto, señalemos, por un lado, el contenido y la aplicación de la Resolución CNBA Nº 952-2016 “Programa de Educación Sexual Integral” y, por el otro, las estrategias institucionales adoptadas en torno a casos de abuso que tomaron estado público durante 2017).
Algo similar puede decirse sobre el nombramiento de docentes. Que se designen tutores de acuerdo a una lógica fácilmente vinculable al nepotismo es un problema grave, pero que la tarea que esos docentes desarrollan no se ajuste a un proyecto o a un criterio debidamente fundamentado y explicitado empeora aún más la situación. Podríamos contar con los docentes mejor calificados seleccionados de la manera más transparente, y aun así éstos podrían tener que desarrollar su tarea a la deriva, de forma improvisada, modificándola de un año a otro por capricho de la autoridad; y, a la inversa, podríamos tener docentes con pocas credenciales que, en virtud de un proyecto sólidamente fundamentado y correctamente coordinado, puedan ir mejorando su tarea día a día.
Tememos que, en definitiva, tanto los cuestionamientos a la DOE como el pedido respecto de la restitución de preceptores terminen siendo, en el pronunciamiento de la CD de AGD-CNBA, una defensa a ultranza de un esquema cuantitativo de trabajo que no pugna por lo más importante: la definición cualitativa de cada tarea de acuerdo a criterios explicitados de antemano de forma fundamentada, que hagan prevalecer el proyecto pedagógico por sobre cualquier otro principio (y que, dicho sea de paso, se adecuen a lo establecido en el Convenio Colectivo de Trabajo). La contradicción es evidente, pero evitable: por criticar una falta del Rector se deja de lado una omisión mucho mayor.
De manera análoga, las aclaraciones de Zorzoli realizadas en una carta enviada a los docentes buscan aportar claridad sobre cómo fue la contratación de los tutores pero no realizan definiciones sobre los fundamentos y los objetivos del tipo de tarea que se espera que estos cumplan, más allá de tener “dedicación exclusiva” para primer año o de “fortalecer el Departamento de Tutorías” (sobre la complejidad y la importancia de la definición del rol del tutor nos hemos referido aquí y aquí) .

Hacia una necesaria síntesis: la reforma del plan de estudios

Por último, un aspecto central que merece ser destacado reside en los usos que se hace de la palabra “crisis”. Tanto el comunicado de AGD –que la utiliza con una connotación negativa y de denuncia- como la carta del Rector –que niega el término con una postura a la defensiva- revelan, a nuestro entender, aunque de forma desigual, una incomprensión acerca de la situación que enfrentamos. La violencia de género, su problemática, la llamada cuarta ola feminista y los debates abiertos plantean, en primer lugar, una crisis en los valores y en la cultura de nuestra sociedad. Es ese contexto dominante el que permea la institución, por lo que, en este sentido, podemos hablar de una crisis positiva, una crisis que pone en discusión todo -la pedagogía, los contenidos de las asignaturas, las relaciones de convivencia entre estudiantes, entre estudiantes y docentes, etcétera-; una crisis que se proyecta hacia adelante y también hacia atrás, y que debe asumirse positivamente porque abre la posibilidad de clausurar definitivamente dispositivos que se usaban en el pasado mediato para resolver y encauzar distintos tipos de situaciones.
 En los últimos años el Rector  impulsó a través de les alumnes un proceso de reforma del plan de estudios. Ya nos hemos referido a su modalidad (aquí), y a su contenido (aquí), a la vez que hemos hecho propuestas concretas sobre su gestión y planificación (aquí); en este caso, creemos oportuno retomar lo que señalábamos el 27 de febrero de este año sobre la última versión de la propuesta realizada por les estudiantes tras diversos encuentros con profesores y especialistas:

el Proyecto no contiene ninguna perspectiva de Género en general y tampoco a nivel curricular. ¿No se hace necesario, en la perspectiva de un nuevo plan de estudios incorporar el binomio educación y género?[…] Un nuevo proyecto educativo, una reforma de fondo, que no aborde esta problemática será una reforma que no esté acorde al nuevo contexto social que existe con respecto al rol de la mujer en la sociedad y a su lucha por la paridad de género, la igualdad y la desmitificación de roles, entre otras cuestiones.

Creemos que es importante reconocer que la actual problemática en torno a la violencia de género nos halló a todos por igual: no preparados para asumir –desde un punto de vista tanto político como pedagógico- los desafíos con los que les estudiantes en buena hora nos interpelan. Esta misma observación puede ser extendida para considerar la manera en la que gran parte del claustro docente se posicionó ante la posibilidad de comenzar a pensar un reforma y, en definitiva, de llevarla a cabo. Una oposición sólo a las "formas" de gestión sin intenciones reales de discutir el contenido es una oposición legítima pero insuficiente para encarar seriamente y de buena fe un proceso de Reforma, Gestión y Renovación que esté a la altura de las demandas sociales contemporáneas, de la cultura institucional del CNBA, de las necesidades de sus estudiantes y, desde luego, de nuestras capacidades.

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